23 septiembre 2012

Claves de interpretación de SAMURÁI de MATSUBARA HISAKO: la pintura ZENGA de SESSHU

En la novela Samurái el arte y la cultura se hallan muy presente. En relación a la pintura, se menciona a Sesshu Tôyô:
"Aquel día, el padre había sacado la pintura habitual y había colgado, en su lugar, en la hornacina tokonoma, el impresionante halcón de Sesshu. Había pedido a Tomiko que pusiera flores en el jarrón" (pág.110)

"La próxima vez -dijo el padre sin mover la cabeza- traeré el halcón gris. El anticuario sabe muy bien que en Himari nadie tiene el suficiente gusto como para apreciar un rollo de Sesshu." (pág.142)

LA PINTURA ZENGA DEL PERIODO MUROMACHI:
La pintura Zen llegó junto con el Budismo Zen al Japón. La mayoría de artistas Zen evidentemente fueron monjes. La pintura Zen, desde el Japón purificó lo material y lo artificial, quedándose sólo con la esencia. Renuncia al color y representación desnuda. Se representa la vital existencia, desligada de cualquier referencia concreta. Se consiguen obras de pocos elementos, que en vez de mostrar, sugieren espiritualidad. La naturalidad en el arte oriental significa un intento de atrapar el espíritu de la naturaleza y del hombre en la naturaleza. La espiritualidad es una de las características de la pintura, entendida como automatismo, no como azar, y de perfección técnica.
En los textos Zen se compara muchas veces la vida como una pintura. Idea del vivir el presente. En la religión Zen, el pasado sólo existe en nuestra memoria, el futuro en nuestra imaginación, y lo único que existe es el presente como realidad actual. La pintura es una obra instantánea y no modificable. Las obras Zen son un intento de iluminación y provocación hacia el alumno-discípulo. Es un intento de abrir el tercer ojo, sobre los tres conceptos: Sabi, concepto de solitud (grandes espacios vacíos); Wabi, utilización de economía de recursos para decir el máximo (minimo materia=máximo mental); Shibui, trazos poco definidos e inacabados.

Sesshu. El maestro más importante de tintas paisajistas japonesas, Sesshu (1420-1506), estudió pintura Zen en el Shokokuji, en Kioto, bajo la dirección de Shubun, y posteriormente fundó el estudio Unkoku-an. Pintó obras de gran formato para las paredes del Centro de Exámenes de Pekín y pudo analizar la pintura académica Ming. Al volver a Japón reemplazó la ambigüedad espacial e incoherencia en las proporciones características del poético estilo Shubun por un orden racional y sustantivo. El eje de sus obras ya no era el vacío sino la masa. El rasgo dominante era la montaña, era el motivo central. El espectador dejaba de vagar como en sueños y seguía en cambio los mesurados pasos de los viajeros. Los pinos gemelos que solían abrazar el espacio de Shubun ahora desdibujaban la vastedad del lago con su posición central y su directa y clara elevación. Utilizó sistemáticamente hombres, árboles, ríos, montañas y templos, todos elementos de básicos de la pintura china. Sus composiciones se mezclan en el 43 detallismo chino en la parte inferior para después en la parte superior romperlo. La intención de Sesshu ya no es pintar paisajes eternos y universales, sino momentos concretos de un determinado paisaje (cuando empieza a llover o nevar, etc). Sus obras están definidas por diagonales y utiliza un pincel muy anguloso que da sensación de cristalización. En su “Paisaje de las costas de Japón” encontramos los elementos de “el puente hacia el cielo” que simboliza la conexión entre el mundo de los hombres y el mundo divino, además de un forma muy realista (es un paisaje que existe realmente) y una gradación tonal que le  da volumen.

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